La primavera incita a sacarse la ropa y el
espejo es cruel: nos hace ver racimos de células grasas acumulados en la cola, los muslos,
caderas, atrás de las rodillas...
¡Cuidado! por ahí andan dando vueltas ideas
falsas sobre una especie de condena a la grasitud que pesaría sobre las mujeres
que han dado a luz. Y si se ponen a mirar, muchas chicas jovencitas tienen el
mismo estigma, por más que su silueta sea esbelta. Puede que sea hereditario, hormonal,
por obesidad, mucha fast food, sedentarismo...
Lo indiscutible, en cualquier caso, es que los todos
los organismos se abrigan interiormente para afrontar temperaturas más bajas
antes de los 21 de setiembre y cargan la bodega de células grasas cuya función
es combustionar energía. Pero ese almacenamiento puede hacer que los adipocitos aumenten hasta 27 veces su
tamaño cuando se unen con los triglicéridos. Esas sobrecargas locales obstruyen
los vasos sanguíneos y los linfáticos, con lo que se reduce la circulación de
los líquidos, la piel pierde flexibilidad y elasticidad, y aparece la “piel de
naranja”.
Pero es cierto que 9 de cada 10 mujeres entre 30 y 54 años llevan esa escarapela que ninguna coquetería resiste: la piel naranja. Y esa estadística se reproduce a esta altura del año en todos los centros de estética corporal. El mío no es la excepción.
Pero es cierto que 9 de cada 10 mujeres entre 30 y 54 años llevan esa escarapela que ninguna coquetería resiste: la piel naranja. Y esa estadística se reproduce a esta altura del año en todos los centros de estética corporal. El mío no es la excepción.
Regresaron al primer plano las cremas reductoras y
los aparatos que venían descansando mientras los tratamientos faciales y
antiestrés copaban la agenda otoño-invierno.
Hay que ponerle mucha energía a masajear las partes
más rebeldes, pero mucha más es la saliva que me insume convencer a las
clientas que van floreciendo en el gabinete en la estación más vital del año
para que luchen en el día a día contra esos tejidos adiposos: que se pongan
religiosamente las cremas que les doy, que cuiden la comida, que hagan los
ejercicios. Sólo así lo que hagamos en la cabina dará resultado.
Estoy haciendo un experimento divertido, pero a la
vez efectivo: identifiqué a cada una con un seudónimo y la represento con un
dibujito que va sacándole una prenda a medida que reduce las zonas grasas. Así
sale el sacón, el suéter, se acorta la pollera, se descubre el abdomen y así
sucesivamente hasta llegar a la bikini. Tenemos una tablita de kilos y
centímetros que equivalen a la ropa que tapa los defectos.
A las que buscan resultados espectaculares siempre
les repito que en la cosmiatría no tenemos esas respuestas. Por ahí sí la dermatología
y la cirugía estética. También ante alternativas de gimnasias bruscas o
corridas aeróbicas prefiero que naden o hagan caminatas diarias.
Mi idea es que se ganen cada pedacito de cuerpo que
dejarán al descubierto y que lleguen a lucir las dos piezas durante muchos
veranos.
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