El termómetro pasa los 30 grados y la playa empieza a llenarse. Febo más que asoma, te calcina. Lo enfrentamos como podemos. La piel se enrojece ahí donde cubría la ropa más abrigada marcándole la franja a los brazos. El incipiente bronceado nos gratifica en el espejo pero a costa de resignar frescura y vitalidad donde deja el color. Y sobre todo, exige hidratar.
Ya estamos tomado el tono esperado y es el momento de la exfoliación. Hay que barrer las células muertas e impurezas, subirle un cambio a la limpieza. En seguida aplicar cremas hidratantes y refrescantes. La exfoliación profunda afina la piel engrosada por el sol y permite penetrar al punto de equilibrio en la pigmentación.
De todo esto, tratamientos y provisión de cremas específicas, me ocupo personalmente.
Pero para el cuidado diario con protecciones solares o pantalla total, de tomar agua sin enfriar en abundancia, de caminar descalzas en casa, de alternar caminatas de 45 minutos con cualquier tipo de actividad de gimnasio que se haga, de darse baños especiales para relajar el cuerpo y de hacer los deberes cotidianos de limpieza corporal y facial, se pueden arreglar lo más de bien solitas. Leer más
viernes, 2 de diciembre de 2011
Adoramos a Febo, pero ¡ojo! respetémoslo
Etiquetas:
exfoliación
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